
Por otro lado, Felipe VI en su discurso de proclamación ha abogado por una Corona íntegra, honesta y transparente. Y para empezar qué mejor ejercicio de transparencia que publicar con todo detalle los gastos de los fastos de la proclamación por parte de todas las Administraciones implicadas. Así como también podían publicar la lista de personas invitadas a la recepción en el Palacio Real el día de su proclamación. Así veríamos cuántos parados, albañiles, peones o carpinteros fueron a tan magno evento. Eso daría idea de cuán cercano es Felipe con sus conciudadanos tal como demandó en su discurso de proclamación y de su compromiso con las cuentas claras de la institución.
La Corona, al no ser una institución democrática, ha de ser como la mujer del César, no sólo ha de serlo sino parecerlo y mucho más en estos tiempos de desafección y alejamiento ciudadanos. No discuto su legitimidad como hacen muchos ahora que se declaran republicanos pero no saben qué tipo de república quieren. Desde luego Felipe sabe que tiene que ganarse el apoyo de la sociedad española para con una institución a la que la corrupción ha golpeado y noqueado de forma rotunda en los últimos años y para ello sería bueno que promoviera en los próximos años -porque se quiera o no habrá que reformar la Constitución- de forma valiente y decidida la cuestión sobre la forma de estado de España. Estoy convencido que la ganaría y se consolidaría.
Y siendo pragmáticos y utilitaristas, prefiero una monarquía constitucional refrendada con Felipe a una república con Aznar de presidente. Prefiero a un jefe de Estado que no pinte nada en cuestiones de gobierno a un presidente de la república con competencias ejecutivas y cada dos por tres obligado a cohabitar con jefes de gobierno de otro color.
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