Roy Batty

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lunes, 26 de noviembre de 2012

26-N. Y ahora ¿qué?


Después del órdago lanzado por el presidente de la Generalitat de Catalunya al convocar elecciones el 25-N como un plebiscito para llevar a cabo su plan separatista, el resultado no puede ser más obvio: ¡zas, en toda la boca! La gente le ha dado la espalda al plan de Mas otorgándole 50 escaños frente a los 62 con los que contaba. Esta pérdida de 12 escaños ha ido a parar indefectiblemente a ERC, que gana 11, pasando de 10 a 21, creo que con el indudable pensamiento del votante convergente de que antes que la copia prefiero el original. Si estás planteando unos comicios como los más trascendentales de la democracia en lo que se decide es, valga la redundancia, el derecho a decidir, el bofetón que se lleva Mas es de órdago. Y eso ha sabido aprovecharlo como nadie Esquerra Republicana que sabe moverse como nadie en aguas cenagosas y pantanosas aprovechándose del odio visceral que tienen muchos catalanes a un gobierno conservador en Madrid. Siempre le ha resultado beneficiosa electoralmente esta jugada. Diga lo que diga Artur Mas, el pulso lo ha perdido y el gran derrotado es él por envolverse en la senyera para tapar las vergüenzas de su desastrosa gestión de la Administración catalana en estos dos últimos años.
 
Sinceramente pensaba que CIU estaría al borde de la mayoría absoluta porque creía que el papel de víctima del centralismo de Madrid la había explotado al máximo durante esta campaña y mucho más con el destape de ese supuesto paraíso fiscal de Mas y los Pujol en Suiza que no termina de concretarse. Pensaba que ese supuesto victimismo le beneficiaría a CIU y no ha sido así. Creo que los votantes han tenido en cuenta muchos factores y entre ellos la crisis, de la que prácticamente no se ha hablado en campaña y de la que los ciudadanos han dado muestras de hartazgo de los grandes partidos votando a opciones minoritarias.
 
Mención aparte merece el PSC. ¡Quién te ha visto y quién te ve! Al final nos conformamos con el resultado porque es mejor de lo que esperábamos. El batacazo es considerable. Pérdida de 8 escaños, pasando de 28 a 20, tercera fuerza política (en número de escaños) aunque sigue siendo segunda en votos. Tenemos un problema de indefinición. No sabemos lo que queremos. El mensaje es ambiguo. Y eso el electorado lo ve y prefiere refugiarse en opciones más claras como ERC o Ciutadans, las opciones más beneficiadas con el desplome socialista, principalmente la segunda que ha sido la gran triunfadora de estos comicios, pasando de 3 a 9. También buena parte del voto socialista, sobre todo gente de izquierdas, ha ido a parar a Iniciativa per Catalunya que ha aumentado su representación de 10 a 13.
 
El PSC, y por extensión el PSOE, necesita resetearse, definirse, decir qué quiere ser de mayor. No podemos andar en esa aletargada indefinición que nos carcome y nos condenará, si no se hace nada, a convertirnos en una fuerza minoritaria e inane. No puede ser que seamos la cuarta fuerza política en la otrora inexpugnable Barcelona. Algo falla y hay que ponerle remedio.
 
Y el PP saca pecho porque ha sacado un escaño más y los mejores resultados en unas elecciones autonómicas. Hay que recordar que se habían planteado el objetivo de ser la segunda fuerza en Cataluña y son la cuarta. Un partido que gobierna en España con mayoría absoluta y es la cuarta fuerza política en Cataluña y en el País Vasco, da idea de la definición que la gente tiene de este partido en ambas comunidades: un partido de derechas centralista y anclado en un conservadurismo recalcitrante. Tiene poco que subir en ambos sitios mientras permanezcan incólumes las derechas nacionalistas. Y conviene recordar, y no olvidar, que la fuerza que ha sustentado y dado apoyo político a Mas durante estos dos últimos años ha sido el PP aprobando las duras medidas de austeridad planteadas por el gobierno catalán.
 
En definitiva, unos resultados muy clarificadores, un parlamento muy fragmentado, un gobierno futuro muy atado, una situación ingobernable, que creo que no propiciarán el embarcarse en aventuras soberanistas por parte del señor Mas. Sería una temeridad seguir adelante con el plan soberanista después de la bofetada recibida en las urnas. Si Mas pedía una mayoría excepcional en las urnas para seguir adelante, la respuesta ha sido clara y contundente por parte del electorado. No queremos aventuras a ninguna parte.

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