Ayer conocíamos el fallecimiento de la llamada "iron lady", la señora Margareth Thatcher, primera ministra británica desde 1979 hasta 1990. Fue la primera mujer inquilina del 10 de Downing Street y una de las más influyentes en la política mundial de los años 80 del pasado siglo. Por otra parte, hoy conocíamos la muerte de José Luis Sampedro, escritor, economista, ensayista y humanista. ¡Qué dos visiones tan distintas de observar la realidad cotidiana!
Los medios conservadores de todo el mundo nadan en un mar de lágrimas al glosar la figura de quién fue su musa. La premier británica fue la máxima expresión del liberalismo económico, el de Adam Smith, en los años ochenta junto con el mal actor Ronald Reagan. Fue el azote de los sindicatos británicos a los que condenó al ostracismo. Desmanteló el estado de bienestar, privatizando hospitales; se cargó la minería y los transportes públicos. Los obreros y los trabajadores guardan buen recuerdo de su política.
Muchas de las políticas de entonces las vemos y las sufrimos ahora mismo en Europa: privatización de los servicios públicos y anulación del Estado como protector de los débiles e impulsor de la economía. Esto es lo que propugna la nueva iron lady actual, frau Merkel, con su política de austeridad y recortes a tutiplén. Es curioso como la historia se repite.
Hoy, Ken Loach, director de cine británico que reflejó en sus películas en los años noventa su oposición a esta señora decía con evidente sarcasmo: "Que privaticen su funeral. Dénselo al mejor postor. Eso es lo que ella hubiera querido". Excelente resumen de lo que políticamente fue esta señora.
Hoy, al conocer la muerte de José Luis Sampedro, uno compara estas dos visiones de la economía y de la sociedad, y no tiene dudas acerca de cual seguir. Decía Sampedro que hay dos tipos de economistas; los que se preocupan en hacer más ricos a los ricos y los que nos preocupamos porque los pobres sean menos pobres. Ahí está el detalle, como diría Mario Moreno "Cantinflas".
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