Roy Batty

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domingo, 23 de marzo de 2014

Suárez

Cuando un político fallece no es fácil concitar unanimidades en resaltar las cosas buenas que hicieron, pero en el caso de Adolfo Suárez todos coincidimos que este político, si echamos la vista atrás casi 40 años, es el principal responsable de que vivamos en democracia en este país. Y eso que muchos trataron de hacerle la vida imposible, lo tildaron de traidor al régimen y no le reconocieron nunca la transición de la dictadura a la democracia.



Mucho se habla, se ha hablado y se hablará de la figura de Adolfo Suárez. Yo, personalmente, lo que recuerdo de este hombre, vagamente en aquellos finales de los 70 fueron los primeros pasos de esta democracia. Recuerdo que mi familia le votaba en las primeras elecciones. Era una persona bien vista y tenía su carisma. Las circunstancias políticas, sociales y económicas, y sobre todo las rencillas internas en UCD, que era una panoplia de partidos sin ton ni son, hicieron que Suárez dimitiera el 29 de enero de 1981. Su actuación ante el golpe de Estado de Tejero acrecentó su figura.

Políticamente, en aquel instante, lo había dado todo, y aunque intentó seguir en primera línea política con el CDS, el pueblo entendió que su tiempo había pasado y era hora de dar la alternativa de gobierno a otra opción política. Es ahí cuando se consolida la democracia que tanto ayudó a traer Adolfo Suárez a este país.

Muchos de los que en aquellos ochenta del siglo pasado le criticaban, le denigraban o le insultaban, ahora le colman de elogios. Véase Aznar. Fue injustamente tratado en momentos terribles de la historia de este país, en años de terrorismo galopante y asfixiante. Pero él entendió que este país necesitaba incorporarse a la modernidad y quitarse de encima la caspa dictatorial de 40 años. Y sabía que eso no se podía hacer de un día para otro. Es por ello que contó con la inquina de la derecha y extrema derecha, quien lo acusaba de traidor, y del desprecio de la izquierda, que lo consideraba blando y poco aperturista. Visto con el tiempo, nos damos cuenta de la magna obra que este hombre pretendía hacer en un país de irreconciliables, en los que estamos con unos o estamos con otros, o somos blancos o somos negros, o contigo o contra ti.

No me ha gustado que su hijo haya anunciado, como si se tratara de un espectáculo televisivo, su muerte 48 horas antes, para que los medios preparen sus obituarios, y casi obligando a retransmitir minuto a minuto el desenlace. Entiendo que esos momentos los debe vivir la familia en la intimidad más personal, valga la redundancia, y no se deben airear ni difundir. Si uno quiere intimidad, no acudas a dar ruedas de prensa para anunciar la muerte de tu padre. Aquí creo que han pecado de excesivo protagonismo. Esto no es tema de corazón, corazón o tertulias televisivas previas. Ya se le reconocerá cuando se produzca el momento pero no adelanten acontecimientos.

Lo dicho. Respeto y admiración por una  figura política inconmensurable en la historia de España y que hizo posible que pudiéramos vivir en libertad en este singular país.

DEP.

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