Leo con asombro en EL PAIS SEMANAL del 3 de enero una entrevista a un señor que tiene casi nombre de campeón de Fórmula 1 y resulta que es un periodista que ha tenido el coraje de sacar a la luz las entrañas financieras del Vaticano, uno de los secretos mejor guardados de la Historia de la Humanidad. Lo que se supone ha de ser transparente como el cristal, claro y diáfano como el agua, resulta que es oscuro y putrefacto. Emiliano Fittipaldi pone en jaque al Vaticano con su investigación acerca de la economía de la Iglesia y ésta, en vez de ser clara, colaborativa y transparente para con sus fieles en asuntos de dinero, lo que hace es tratar de acallar las críticas e informaciones que ha revelado Fittipaldi y poco menos que condenarle.
Mal camino lleva Francisco si no abre las ventanas de par en par del Vaticano y entra aire fresco que limpie la podredumbre y el mal olor almacenado durante siglos por la curia vaticana. ¿Por qué tienen tanto secretismo con las finanzas de la Iglesia? ¿Qué quieren que no se sepa de la banca vaticana? ¿Posee la Iglesia un 25% de la propiedad inmobiliaria de Italia? ¿Estamos ante una suerte de diezmos y primicias medievales en pleno siglo XXI? ¿El dinero del Óbolo de San Pedro o de fundaciones infantiles va a parar a lujosas viviendas de cardenales? ¿Promover a un santo cuesta medio millón de euros? A estas y a muchas más preguntas la Iglesia no da respuesta o no quiere dar respuesta. ¿Por qué la Iglesia Católica no dice la verdad y atenta constantemente contra el octavo mandamiento?
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