Cuenta el mito que Caronte era un servidor del Hades, el mundo subterráneo, donde un río separa el mundo de los vivos y el de los muertos. Él transportaba las almas de los difuntos. Por su tarea, Caronte cobraba a cada muerte un óbolo. De allí surgió la antigua tradición de colocar una moneda en la boca de los difuntos. No transportaba a los insepultos, quienes debían vagar cien años en el Cocito antes de ser admitidos en el Hades. El Cocito era un río del Hades, un afluente del Aqueronte, alimentado por las lágrimas de los ladrones, los pecadores y todos aquellos de mala conducta. Los vivos eran igualmente rechazados por Caronte; sin embargo, algunos héroes lograron ser embarcados.
Caronte tenía una función importante en el orden mitológico griego. Era una figura desconocida por Homero y Hesíodo, en cuyos relatos las almas de los hombres cruzaban solas el umbral de la vida mortal guiadas por Hermes. Su relevancia ha sido puesta de manifiesto en el mundo latino por Virgilio y Pausanias.
El río Aqueronte está situado en el Epiro, y su nombre puede traducirse como "el río de la tragedia". Era uno de los cinco ríos del inframundo, donde todo se hundía menos el barco de Caronte. Los griegos asentados en Italia identificaban el lago en el que desembocaba el Aqueronte con el Averno.
Caronte era hijo de Érebo, un dios elemental, personificación de la oscuridad y la sombra, y de Nix, la diosa principal de la noche. Se lo representa como un anciano flaco y gruñón, vestido con ropa oscura y con antifaz; también como un demonio alado con un martillo doble. Se dice que elegía a sus pasajeros entre los muertos que se agrupaban a la orilla del Aqueronte, según merecieran un entierro adecuado y pudieran pagar el viaje. Aristófanes, en su comedia Las ranas, muestra al conductor escupiendo insultos sobre la gente obesa.
Hubo algunos vivos que pudieron llegar al Hades. Heracles lo consiguió a fuerza de golpes a Caronte, que por haberlo llevado sin cobrar, hubo de pasar un año encarcelado. En el undécimo trabajo para Euristeo, debía llevarle el Can Cerbero, un perro monstruoso que Hades había colocado en las puertas del reino de los muertos. Heracles supo que Hades le permitiría llevarse al perro si lograba dominarlo sin usar armas. Lo guió en esta empresa Hermes; las almas de los difuntos huían espantadas al ver al héroe. Sólo Medusa y Meleagro le hicieron frente, pero cuando Heracles escuchó la historia triste de Meleagro, le prometió casarse con su hermana Deyanira para darle protección. También encontró vivos a Teseo y a Pirítoo, que eran retenidos por Hades desde que habían bajado a rescatar a Perséfone. Heracles pudo liberar a Teseo y a Ascálafo (sepultado bajo una piedra), pero no a Pirítoo. Cuando llegó frente a Hades, consiguió su permiso para llevarse al perro; y después de presentárselo a Euristeo, lo devolvió.
Tres mortales más lograron esta hazaña: Eneas, Orfeo y Psique (siguiendo uno de los trabajos con que la madre de Eros la castigó). El primero buscaba la compasión de Dido, la reina se había suicidado enamorada de él, pero su fantasma no lo perdonó. Orfeo descendió en busca de Eurídice, su amada muerta. Armado con su lira, encantó a Caronte, al Cerbero, a los Tres Jueces y a los dioses infernales. Mientras sonó en el reino de los muertos la lira de Orfeo, cesaron los martirios de los condenados. Hades, impresionado, le entregó a Eurídice, con la condición de que la guiara pero no volviera a mirarla.
En la Divina Comedia leemos el mito de Caronte según Dante:
Temí mi charla por gravosa,
y hasta llegado al río hablar no quise.
Y entonces fue cuando a nosotros vi venir
en barco un viejo blanco por antiguo pelo
gritando: "¡Ay de vosotras, almas perversas!
¡No esperéis ya nunca ver el cielo!
Aquí vengo a llevaros a otra orilla
a las tinieblas eternas, al calor y al hielo.
Y tú que estás allí, ánima viva
aléjate de éstos que están muertos".
Grandes Historias de la Mitología.
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