A primera vista no parece mal la elección del argentino Jorge Mario Bergoglio como nuevo pastor de la Iglesia católica. Quién iba a pensar que iban a nombrar a un latinoamericano y jesuita. Vista la primera intervención parece un hombre campechano, humilde y sencillo. Si tiene parecido con Juan XXIII, la elección se puede decir que ha sido buena. El tiempo dará y quitará razones. La puesta en escena estuvo bien.
Entre las críticas que se le escuchan dicen que es conservador, pero qué cura no es conservador si la propia institución es ultramontana y está anquilosada en un inmovilismo milenario. También dicen que no luchó contra la dictadura argentina de Videla y fue complaciente con ella. Hombre, hay pocos países en que los curas o la Iglesia no haya rechazado abiertamente una dictadura. Bueno sí, una excepción me viene a la mente, la de monseñor Óscar Arnulfo Romero en El Salvador, que le costó la vida. Otra crítica más razonable es que no es joven puesto que tiene 76 años y su papado no será muy longevo.
Los primeros gestos que ha tenido este nuevo Papa no son baladíes. ¿Por qué elige el nombre de Francisco? Tal vez porque quiere mostrar sencillez, cercanía a los que menos tienen, cercanía a los pobres. Ya he dicho, en alguna otro comentario, que hasta que una mujer no sea ordenada sacerdote o Papa (Mama en este caso), o un teólogo de la liberación sea nombrado Papa, la institución de la Iglesia no habrá cambiado lo suficiente.
Esperemos ver lo que hace Francisco. Corte tiene. Tiempo al tiempo.
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