Roy Batty

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miércoles, 22 de abril de 2020

El tema y tal

A ver, me había hecho el propósito de no entrar a debatir sobre el tema y tal. Me he recluido en mi cine, en mis deportes, en mi música. Todos vintage. Ayer vi The quiet man en la tele pública. Una maravilla. He tratado de huir del mundanal ruido, de los informativos opiniativos y no he hecho valoraciones al respecto, pero reconozco que es imposible abstraerse. De alguna u otra forma te llega algo del tema y tal. Rompo por una, única y última vez este propósito, este silencio. No opinaré más. Estoy harto, hasta los mismísimos de tanto cuñadismo, de tanto catedrático en epidemiología, de tanto listo y capitán a posteriori que hay en este país. Decía Unamuno: Lo sabe todo, absolutamente todo. Figúrense lo tonto que será. Y otro dicho muy conocido de este pais es que de fútbol y de medicina todo el mundo opina. En este país cuando se acerca un Mundial de fútbol, aparecen 40 millones de seleccionadores que te dicen la lista que hay que llevar. Pues lo mismo pasa con esta maldita enfermedad causada por un virus desconocido. Das una patada a una piedra y aparecen 40 millones de epidemiólogos que te dicen las medidas que hay que tomar. Con toda una legión de sabios de esta calaña opinando sobre una enfermedad desconocida, poco nos pasa.


Partiendo de la base que me declaro totalmente incompetente e ignorante en materia virológica e inmunitaria, no puedo opinar sobre un tema del que no sé ni conozco absolutamente nada. Doctores tiene la Iglesia. Perdón, no debería decir eso. Doctores tiene la Ciencia. Y hay opiniones de todo tipo al respecto. 

La coyuntura actual es inédita en la Historia de este país. Repito, INÉDITA. Nunca se ha dado una circunstancia tan grave de salud pública en la Historia de este país desde tiempos remotos. Tal vez habría que remontarse a la mal llamada gripe española de 1918. Hace 100 años surgió una pandemia de un virus de la gripe que diezmó la población del mundo. Se originó al término de la Primera Guerra Mundial. Se considera la pandemia más devastadora de la historia humana, ya que en solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas. Recibió el nombre de gripe española porque la pandemia ocupó una mayor atención de la prensa en España que en el resto de Europa, ya que España no estaba involucrada en la guerra y por tanto no se censuró la información sobre la enfermedad como sí hicieron los países involucrados en el conflicto bélico. Es evidente que hace 100 años no existían los adelantos técnicos que hay ahora y por lo tanto la mortalidad era brutal. Después de este antecedente tal vez tendría que remontarnos a la llamada peste bubónica que asoló Europa en 1348. 

Es evidente que cada cierto tiempo, quizás una vez cada siglo, la madre Tierra o la Madre Naturaleza reclama sus escrituras. Hace una especie de reseteo, de reinicio, manda un toque de atención a sus habitantes diciéndoles que así no podemos seguir. En el caso que nos ocupa, la maldita enfermedad obliga a los habitantes a confinarse en sus domicilios y no salir para evitar el contagio masivo. Es una enfermedad totalmente desconocida, no sabemos lo que dura, cómo ataca, a quién ataca. Tan solo conocemos algunos síntomas comunes pero no lo conocemos todo. Si los propios expertos en la materia desconocen la dimensión de este bicho y de esta enfermedad, ¿qué coño pintamos los ciudadanos de a pie opinando sobre algo totalmente desconocido?

Si uno en su casa es incapaz de poner orden, como para ordenar a 47 millones de personas. ¡Cómo no se va a equivocar el gobierno! Es evidente que se equivoca porque se trata de algo inédito que no ha ocurrido nunca y las decisiones que tome estarán encaminadas a evitar la propagación del virus y tratar de que no afecte a la mayoría de la población y unas podrán ser acertadas y otras más desafortunadas, pero el propósito o el fin es la salud pública por encima de todo. Por eso se rodea de gente experta en la materia que da una serie de indicaciones o medidas al respecto en materia de sanidad,  higiene personal o hábitos ciudadanos. Y aún así, pues habrá críticas bien argumentadas que tendrán que aceptar y rectificar. Claro que pueden equivocarse. Aquí todo el mundo, a toro pasado, ya saben lo que había que hacer: ya lo decía yo, yo la dije yo en su momento, este se veía venir. No entiendo como estos augures no tomaron medidas cuando lo vieron antes que nadie.

Es evidente que para cuando se quiso dar cuenta, se reaccionó tarde, pero al igual que los países de nuestro entorno. Las dimensiones de esta crisis no eran calculables ni por asomo. Sorprendió a todo el mundo por igual. Hasta a los listos gobernantes de Brasil y Estados Unidos les ha pillado el toro. Y es evidente también que las víctimas son más que las se publican. No hay que ir a Oxford para darse cuenta. Pero es algo obvio y no es que el gobierno mienta, sino que traslada los datos de fallecidos por esa causa que le trasladan las CC.AA., en base a unos criterios, que ahora han sido modificados. Pero es que realmente es imposible físicamente contar los fallecidos por esta causa porque materialmente es imposible hacer la prueba a todo el mundo. Se pueden tener indicios próximos, cercanos a la realidad. Cuando pase todo esto habrá formas de contar las víctimas reales que deja la pandemia.

Es una tarea titánica tratar de unificar criterios con 17 reinos de taifas, en los que cada uno quiere hacer una cosa y salir de todo esto cuanto antes. La progresiva desescalada va a necesitar mucha paciencia, mano izquierda y cirugía de precisión. Aquí el egoísmo campa a sus anchas en algunas CC. AA. Me da igual el color. No se puede satisfacer a todo el mundo. Es imposible. Puedo no estar de acuerdo con determinadas frases desafortunadas de determinados barones autonómicos (incluido Page), pero mi labor no es criticar por criticar, porque bastante tiene cada uno en su territorio por tratar de erradicar y de luchar contra la enfermedad como para estar aguantando críticas sin ton ni son. Estoy convencido que cada gobernante quiere lo mejor para su territorio y a ello destina sus esfuerzos. Ya habrá tiempo de valorar actuaciones. Ahora lo prioritario es salvar vidas.

Aquí, cuando el objetivo común debería ser, salvar la vida de nuestros conciudadanos afectados, de unirse todos para reconstruir el país, la política de la oposición nacional es rastrera y cainita y utiliza el dolor de la tragedia de miles de fallecidos para tratar de derrocar al gobierno. El gobierno habrá cometido errores en la gestión de la crisis, sin ningún lugar a dudas. Pero si tenemos que esperar que la oposición ayude al objetivo común, vamos listos. Esto, evidentemente no es Portugal. Los lusos han dado una lección de comportamiento cívico y tienen claras las prioridades. Aquí se lleva el cainismo, la venganza, el me las vas a pagar, el insulto y la intolerancia contra el gobierno de turno. Eso sí, muchos de ellos presumen mucho de cristianos, se dan golpes de fe en el pecho, pero ello no obsta para odiar a muerte al adversario político. Es lo que tiene la hipocresía, el cinismo y la sinvergonzonería. Tratar de aprovecharse políticamente utilizando el dolor de la población.

Yo no entiendo como esta gente que sabe tanto de todo esto, que sabe más que nadie como se gestiona una crisis de este calibre, no esté gobernando, no esté en puestos de responsabilidad. Nadie de los que gobiernan tiene idea de nada. ¡Joder!, que se presenten a las elecciones si saben tanto y que les voten. Tal vez no sucede esto porque son incapaces de gobernar su propia casa, contra ni más van a gobernar una casa de 47 millones de habitantes. A veces pienso que deberíamos estar gobernados por tanto burraco y hablaor como hay en este país. Nos lo merecemos. Lo que sucede es que lo que planteo ya ha ocurrido en parte en este país con la eclosión de una fuerza política fascista, homófoba y racista. No entiendo cómo puede haber gente, que en su vida particular, son trabajadores que ganan menos de 1000 euros al mes y puedan ser fanáticos de esa formación fascista. Yo me pregunto: los obreros que votan a la derecha, ¿qué esperan conseguir si ganan? ¿mejores sueldos? ¿mejores servicios públicos?  ¿mejor sanidad pública? ¿mejores condiciones laborales? ¿mejoras sociales? ¿Qué? Es que no lo entiendo, la verdad.

Que los referentes informativos del virus en este país sean tipos o tipas como Pablo Motos, Javier Negre, Quique San Francisco, Josema Yuste, Bertín Osborne, Fran Rivera, otro torero tuerto, un golfista que reside en la República Dominicana o Ana Rosa Quintana, da buena muestra del nivel intelectual que se prodiga en los medios de este país opinando sobre el tema. Todos estos sujetos saben más, - nótese la ironía -, que Fernando Simón, médico epidemiólogo, director desde el año 2012 (con Rajoy) del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. Con esto no quiero decir que no se pueda criticar la gestión del gobierno. Lo que quiero decir, es que aparte de insultar y difamar al gobierno, ¿cuál es su aportación para la salud pública? ¿qué aportan para tratar de frenar la pandemia? Eso sí, todo adornado de banderitas españolas, viva el rey y viva España. La España inferior que ora y bosteza, que ora y embiste, como decía Antonio Machado hace un siglo sigue patente aún hoy en día. ¡Tiene bemoles la cosa! Viendo esto, sinceramente, ¡poco nos pasa, poco nos pasa! Más nos tenía que pasar. ¿Cómo va a ser este país igual que Portugal? Eso es imposible gobernando la izquierda.

Ayer falleció víctima de la enfermedad Jose Mari Calleja, un periodista de raza, honrado a carta cabal, que luchó contra el terrorismo en los peores años de la banda terrorista y que ahora un bicho repugnante ha acabado con su vida, cosa que no lograron los asesinos etarras. Hoy, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, un tipo igual de repugnante que dice ser periodista y no le llega a la suela de los zapatos de Jose Mari, llamado Javier Negre, ha tratado de lamentar la muerte de Calleja, culpando al gobierno de negligencia. Ha salido contestándole inmediatamente otro grande, Gorka Landáburu, diciéndole que es un miserable al aprovecharse de la muerte de Jose Mari para fines inconfesables. Así actúa la derecha y la derecha extrema de este país. No duda en utilizar los fallecidos para su propio beneficio. Lo ha hecho en todos los hechos luctuosos que ha sufrido este país en lo que llevamos de siglo y anteriormente. No hay que esperar más. Es su patriotismo de mierda.

De esta pandemia no nos van a sacar los curas, los obispos, la virgen, los santos, los rezos, las banderas a media asta o el himno nacional. De esta pandemia nos sacará la mayor inversión en investigación y ciencia, en sanidad pública, en educación pública, en servicios públicos. Estamos en pleno siglo XXI, aunque algunos Torquemadas se creen que estamos seis siglos atrás, aún en la Edad Media. A veces uno tiene esa sensación viendo el oscurantismo, la mojigatería, la religión, la superstición o la superchería que exhiben algunos.

Lo dicho. Estoy harto. Y no voy a decir nada más. Creo que ya he dicho bastante. Nótese que no he pronunciado el nombre de la enfermedad, ni del bicho, ni de ese partido asqueroso, odioso y  fascista (perdón por la redundancia). Bastante publicidad tienen ya.

Dejo en un enlace, la opinión de un experto en Medicina y profesor de la Universidad de Zaragoza que me parece bien argumentada y que va dirigida a todos estos expertos epidemiólogos que han brotado como setas en primavera. Y no quiero decir que esto sea la verdad oficial. Como diría Sócrates, sólo sé que no sé nada.

https://www.aesed.com/es/carta-del-profesor-agustin-estrada-peaa-sobre-la-gestion-del-covid-19-en-espaaa




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