Roy Batty

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martes, 24 de diciembre de 2013

Plácido

"Madre, en la puerta hay un niño, tiritando está de frío. Pasa y dile que entre se calentará,  porque en esta tierra ya no hay caridad,  ni la ha habido nunca, ni nunca la habrá".





Al llegar estas fechas uno se pregunta cuál es la película qué mejor puede identificar la Navidad. Evidentemente la gran mayoría acude al socorrido ¡Qué bello es vivir! (What a wonderful life!), de Frank Capra de 1946, con James Stewart y Donna Reed en sus papeles principales y un excepcional Lionel Barrymore en su papel del señor Potter, una especie perfecta de Ebenizer Scrooge, que martiriza al bueno de George Bailey. Sin ningún lugar a dudas la obra de Capra es magnífica y se ha convertido en una obra de culto, un clásico con final feliz muy almibarado y edulcorado con el buenismo de la sociedad norteamericana.

Sin embargo, yo me decanto por la producción nacional. De un tiempo a esta parte, cada vez que la revisito encuentro más semejanzas con la actualidad y eso que el film se realizó en 1961, en plena dictadura franquista. Me estoy refiriendo a Plácido, de Luis García Berlanga.

El argumento no puede ser más común y cotidiano. En una pequeña ciudad de provincias llega el día de Nochebuena. Ollas Cocinex patrocina una subasta a la que acuden artistas de Madrid y en la que sortean a pobres invitados a cenar en casa de cada familia de ricos. Plácido, un pobre trabajador, recorre la ciudad con su estrenado motocarro con la Estrella de Navidad, para dar a conocer la campaña de las familias ricas de invitar a un pobre a la cena de Nochebuena. Pero Plácido tiene una preocupación muy importante ese día y es que tiene que pagar la primera letra del motocarro antes de que se ponga el sol.

El universo berlanguiano brilla como nunca en Plácido: sorteos de pobres y subastas de artistas retransmitidas por radio y  patrocinados por Ollas Cocinex, cestas de Navidad que vienen y van, festivas cabalgatas en paralelo con desfiles funerarios, notarios estrictos con las letras de un motocarro, y cómo no, el manido Imperio Austro-Húngaro que Berlanga colocaba en cada una de sus películas.

La película nace de una campaña ideada por el régimen franquista que bajo el lema "siente un pobre a su mesa", pretendía hacer creer en el pueblo un sentimiento de caridad cristiana hacia los desheredados, pero en realidad, lo que escondía no era otra cosa que tratar de limpiar las conciencias de la sociedad burguesa de la época, algo muy parecido a lo que en la actualidad hacen las campañas solidarias, telemaratones, recogidas de alimentos, etc., cómo si el resto de los días del año no existiera el hambre y la crisis económica.

Plácido tiene más actualidad que nunca, es Marca España. En un momento en el que la crisis azota de manera terrible a muchísimas familias, se hace más visible que nunca el sentimiento de la falsa caridad de los ricos hacia los pobres, más que nada sobretodo porque ahora los ricos son más ricos que antes y los pobres más pobres que nunca gracias al aprovechamiento de las desgracias de los demás.

La película tuvo problemas con la censura con el título inicial, puesto que Berlanga pretendía titularla "Siente un pobre a su mesa" y la censura no le dejó, por lo que el director valenciano optó por titularla con el nombre de su protagonista principal. Sin embargo, la ignorancia de la censura no supo ver realmente el mensaje que la película transmitía. Se fijaban en detalles nimios como el título o si las actrices enseñaban más o menos carne. 

El elenco actoral encabezado por un desconocido Cassen era excelente, con personajes y estereotipos que todos podemos identificar perfectamente en los pueblos. Actores que entran y salen en escena, típicamente guión berlanguiano de comedia coral. El gran José Luis López Vázquez interpreta a Gabino Quintanilla, organizador de la campaña, sin importarle los pobres para nada. Manuel Alexandre hace de cuñado de Plácido y es inconfundible su voz. Elvira Quintillá, quién hace de mujer de Plácido, José Mª Caffarel, Julia Caba Alba, Agustín González, Luis Ciges, Antonio Ferrandis, Amparo Soler Leal y muchos más completan este extenso reparto para una de las mejores películas del cine español de todos los tiempos.

Y el guión, del cual formó parte el gran Rafael Azcona, es sencillamente brillante, trufado de diálogos magistrales que burlan con ironía, sarcasmo y humor negro la estúpida censura de la época. A destacar también la excelente música de Miguel Asins Arbó.

Plácido es una comedia costumbrista pero también refleja un devastador retrato social, es una película que bebe del neorrealismo italiano de Vittorio De Sica con Ladrón de bicicletas. Berlanga desarrolló una mordaz y satírica crítica a los procederes burgueses y a la desdicha burocrática, mísero espejo de una sociedad llena de carencias. Esa falsa apariencia que encierra una campaña de Navidad llega hasta nuestros días.  Plácido es una obra moderna por la que no pasa el tiempo, a pesar de haber cumplido 52 años. Su factura impecable tuvo el premio de su nominación al Óscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa en 1961, premio que obtuvo Ingmar Bergman con Como en un espejo.


Recomiendo ver Plácido en estos tiempos tan convulsos y denostados. Es una inyección de realismo en tiempos de miseria moral y material. Imprescindible maravilla. El villancico final, con el que abro este artículo, sorteó la censura y es sencillamente antológico. No se pueden decir las cosas mejor y en tan pocas líneas.
http://www.youtube.com/watch?v=BlOSIeDfrx8 

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