Roy Batty

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martes, 2 de diciembre de 2014

Los ultras en el fútbol. ¿Hasta cuándo?

Hoy hemos conocido la tardía decisión del Club Atlético de Madrid de expulsar y negar la entrada al Vicente Calderón a la peña Frente Atlético como peña del Atlético de Madrid tras el asesinato el pasado domingo de un ultra del Deportivo de La Coruña en un enfrentamiento a campo abierto en las calles de Madrid. ¿Tiene que ocurrir este tipo de sucesos para que las autoridades reaccionen? Después de una vergonzosa reacción inicial manifestando el señor Cerezo que lo ocurrido no tenía nada que ver con el fútbol y ante la avalancha de críticas recibidas, el Club Atlético de Madrid se ha visto obligado a expulsar a esa gentuza de su estadio. Pero, oiga, no querían hacerlo. Se han visto obligados. Han amamantado a la bicha durante más de 30 años y el bicho ha llegado a un nivel en el que llama de tú al rey de la baraja, y éste se achanta por miedo y por cobardía cada vez que le vocean. Esta es la lacra histórica de este deporte en este país: la intolerancia y su consentimiento por activa y por pasiva en los estadios de fútbol, con el silencio cómplice de aficionados, medios, jugadores y directivos.


Es lamentable, que a estas alturas del siglo XXI, en los albores del año 2015, en los campos de fútbol de este país se dejen entrar sin ningún tapujo a tipos que hacen del odio, del racismo, de la xenofobia hacia el adversario su seña de identidad. Si todos los dirigentes de los clubes en España tuvieran una actitud firme e intolerante con los grupos racistas y xenófobos que pueblan sus gradas, otro gallo cantaría en el fútbol español.

El F.C. Barcelona fue el primero en expulsar a sus ultras del Camp Nou. Fue Laporta con los Boixos Nois y el club no ha desaparecido ni se ha venido abajo por ello. Al contrario. Ha ganado en respeto, en educación y en tolerancia cero con el racismo y la violencia. Si hubiera muchos entrenadores como Guus Hiddink, que cuando entrenaba al Valencia C.F., en un partido observó una pancarta con una esvástica y se negó a jugar el partido hasta que no se retirara esa mierda, otro gallo cantaría en el mundo del fútbol.

Lo que quiero decir con todo esto, es que esto nace de una cuestión de educación. Si los dirigentes, directivos, entrenadores y futbolistas de los clubes de fútbol permiten, consienten, hacen la vista gorda y hasta dotan de instalaciones, a los grupos fascistas, racistas y xenófobos que pueblan sus gradas, es porque ellos mismos también piensan así. Les ríen sus cánticos racistas hacia jugadores de color o permiten sus cánticos hacia aficionados asesinados (Aitor Zabaleta) o futbolistas fallecidos (Antonio Puerta). Si desde ese mismo momento, el partido se suspendiese y se cerrase el campo, o tuvieran que jugar sus partidos a puerta cerrada, entonces verán como espabilarían sus dirigentes y no permitirían la entrada de animales irracionales a sus estadios. Si hubiera un mínimo de sentido común, estos grupos no pondrían el pie en ningún estadio de fútbol. 

Pero, como he dicho antes, por temor al que dirán, por temor a enfrentarse a mafiosos, los dirigentes les han dado cancha a todos estos grupos de ultras para tenerlos contentos y favorables a su gestión y para que no se les rebelen. Basta ya de hipocresía y cinismo de los clubes y de sus dirigentes para con estos grupúsculos terroristas que no tienen ni idea de deporte, de fútbol, de educación, que no saben comportarse ni dentro ni fuera de un campo de fútbol.

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