El que dice una mentira no se da cuenta del trabajo que emprende, pues tiene que inventar otras mil para sostener la primera. Alexander Pope.
Todo el estudio de los políticos se emplea en cubrirle el rostro a la mentira y que parezca verdad, disimulando el engaño. Diego de Saavedra Fajardo.
Una buena mentira hay que contarla por etapas, como toda narración bien compuesta. Gonzalo Torrente Ballester.
Hay tres clases de mentiras: la mentira, la maldita mentira y las estadísticas. Mark Twain.
Algunas personas son tan falsas que ya no son conscientes de que piensan justamente lo contrario de lo que dicen. Marcel Aymé.
He querido ilustrar con un puñado de frases célebres lo que a mi entender está pasando en estos últimos tiempos en la política española: el arte de mentir que tienen los políticos de este país sin que se les caiga la cara de vergüenza. En un país anglosajón o luterano (Alemania) que te pillen en una mentira hace que dures cinco minutos. Dimite todo Dios. Pero en un país de carácter latino como este, miente hasta el apuntador y no pasa nada. Aquí no dimite ni Dios. Y hasta lo ven bien.
El caso de esa señora de la que usted me habla (eufemismo aplicado por el ínclito inquilino de la Moncloa) es el último caso de la hipocresía, de la falsedad, el engaño y de la mentira como el arte de sobrevivir en la política. No se conoce la vergüenza y más vergonzante aún es que el partido ampare y sustente hasta que ya es imposible a la persona mentirosa compulsiva.
El caso del master inexistente es bastante significativo de la forma de ser, de la idiosincrasia de este país caracterizado por la máxima marxista (de Groucho) de ¿a quién va usted a creer? ¿a mí o a sus propios ojos? Resistir hasta el final pese a las evidencias, las pruebas, los tratos de favor, los silencios cómplices. Cuando la susodicha ya se está convirtiendo en un problema, nada más ajustado a la picaresca española que deslizarse por las cloacas del Estado y sacar a relucir un video donde la señora roba dos cremas antiedad en un supermercado.
Es entonces, y no antes, cuando sus próceres y mantenedores estallan de indignación cual víctimas de supuesto engaño y le piden su cabeza. No estallaron cuando mentira tras mentira, no había máster por ningún sitio y todo olía a nepotismo y tráfico de influencias putrefacto. Pero sí estallan cuando el pecado es el hurto de dos botes de crema, sustraídos involuntariamente según la afectada. Es como si vinieran a decir que puestos a robar ponte a robar algo más grande, como hicieron tus antecesores en el cargo de presidente de la Comunidad de Madrid. Una persona con ese problema de sustracción era la encargada de administrar un presupuesto de más de 4000 millones de €. Es increíble. Me parece surrealista todo esto.
Lo peor de todo esto es que nos toman por tontos, empezando por el inquilino de la Moncloa, ese que nunca se entera de nada y deja que todo caiga por su propio peso, continuando por el portavoz del partido más corrupto, un tipo con aire de macarra, cínico, chulo y perdonavidas, que abronca a los pensionistas por manifestarse y les recrimina que no se manifiesten dando las gracias al gobierno por la subida de ellas, subida ésta que no se hubiera producido si no se hubiesen manifestado y terminando por toda la cohorte de aduladores, abrazafarolas y lametraserillos que pese a todo el tufo que tiene este gobierno consienten en seguir apoyando y sustentando como si nada ocurriese.
Echo de menos la falta de genios como Luis Buñuel, Rafael Azcona o Luis García Berlanga. En estos momentos se verían sobrepasados, desbordados por la realidad y tendrían muchísimo material para completar más Viridianas, Plácidos o Escopetas Nacionales en este país de charanga y pandereta.
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