Roy Batty

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jueves, 12 de abril de 2018

Muerte de un ciclista

Parafraseando la magnífica película del mismo título del año 1955 dirigida por Juan Antonio Bardem y protagonizada por Alberto Closas y Lucía Bosé, tenemos que lamentar una vez más la desgraciada muerte de un ciclista, esta vez en competición. Se trata del belga Michael Goolaerts, del equipo belga Verandas-Willems Crélan, equipo modesto que corría como invitado en la última París-Roubaix disputada el pasado domingo. Su muerte no se debió a una caída. Sufrió un infarto en plena carrera y cayó desplomado. Tenía tan solo 23 años. D.E.P.



Según informa la crónica de la noticia, en el tercer sector empedrado de Saint-Python, después de 109 km de carrera, se estrelló, sufriendo un paro cardiorrespiratorio, yaciendo inconsciente en el suelo. Fue reanimado por paramédicos y trasladado en helicóptero al CHRU-Hospital en Lille, donde murió más tarde esa noche.

En este tipo de carreras se corre con las revoluciones al máximo. Hay muchísima tensión, nervios, roces, empujones por tratar de estar lo más arriba posible y no perder comba. El ambiente es tremendo en este tipo de carreras tan duras y selectivas y mucho más en estas carreras con tramos adoquinados o de pavés en los que todo el cuerpo tiembla y estás a merced de las condiciones de la carretera. Esto puede dar lugar a que se produzcan situaciones en las que el cuerpo se ponga al límite de su capacidad y ocurran paros cardíacos como el sucedido al joven Michael Goolaerts. Es tremendo que sucedan cosas así en este deporte tan bonito.

Este hecho luctuoso deslució en parte el triunfo incontestable del eslovaco Peter Sagan, que se alzó con su primer adoquín de la París-Roubaix y su segundo monumento del ciclismo de su carrera. Sus rivales no estuvieron vivos y alerta en la fuga del eslovaco o más bien éste fue más listo que sus rivales.

Es increíble la cantidad de equipos belgas, profesionales y continentales, que compiten en todas las carreras, muchos de ellos integrados únicamente por ciclistas del país, lo cual denota la apuesta clara y decidida de las firmas, de los sponsors y de los técnicos belgas por el ciclismo propio. En Bélgica el ciclismo es religión y eso lo cuidan como nadie.

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