John Williams bebe de los clásicos, del sinfonismo clásico que caracterizó a Max Steiner o al húngaro Miklos Rozsa (Ben-Hur). La orquesta sinfónica es su medio y su hábitat y lo domina de manera excelsa. Steven Spielberg no sería el mismo sin Williams. Prácticamente toda su filmografía se ha valido del genio del músico. Sería inimaginable recordar E.T., sin la sintonía de Elliott volando sobre la luna, o a Indiana Jones, o los dinosaurios de Parque Jurásico. Cada una de las bandas le aportó su sello de manera magistral y son obras maestras inolvidables. Curiosamente no recibe el Óscar desde 1993, con "La lista de Schindler", a pesar de haber estado nominado posteriormente en multitud de ocasiones. Cincuenta y dos creo que acumula en total.
El romano Ennio Morricone se inició en los sesenta con los western de Sergio Leone rodados en Almería. El silbido de "El bueno, el feo y el malo" es inconfundible. "La muerte tenía un precio", "Por un puñado de dólares" o la grandiosa "Hasta que llegó su hora" le confirmaron como uno de los grandes. Eso lo hizo en los sesenta y se le encasilló en el western. Pero en los ochenta volvió con obras maestras como "El profesional" (1981), "Érase una vez en América" (1984) (para mí la mejor), "La misión" (1986), "Los intocables de Elliott Ness" (1987) o la simpar "Cinema Paradiso" (1989).
Me tiraría horas y horas hablando de estos monstruos. Un premio justo para la composición de música de cine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario