Roy Batty

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sábado, 20 de febrero de 2016

¡Hasta siempre Scout!

Hoy leyendo de casualidad EL PAÍS me encuentro en la sección de cultura una crónica de Marc Bassets con la noticia de la muerte de Harper Lee, la escritora autora de Matar a un ruiseñor. Harper Lee había sido noticia el año pasado con la polémica publicación de la primera parte del ruiseñor titulada Ven y coloca a un centinela después de más de cincuenta años desaparecida. Como J.D. Salinger, el autor de El guardián entre el centeno, Harper Lee creó una obra maestra y se retiró misteriosamente del mundanal ruido. 



Ya me he referido en algún que otro post anterior a la adaptación cinematográfica que se hizo de esta novela (1962, Robert Mulligan), adaptación por la que siento tremenda devoción. Gregory Peck hizo uno de los mejores papeles de su carrera por el que recibió el Óscar. También el filme obtuvo los Óscar de dirección artística y cómo no, el guión adaptado, adaptación que corrió a cargo de Horton Foote. La banda sonora estuvo también nominada a cargo de Elmer Bernstein y fue derrotada por Maurice Jarre con Lawrence de Arabia, ahí es nada. 

Hoy siento que Scout, Jean-Louis Finch, el alter ego de Harper Lee en Matar a un ruiseñor, se ha ido a reunirse con Atticus, su padre, el cual le está esperando en la mecedora de la casa de Maycomb, para decirle que nunca llegará comprender a una persona hasta que no lo vea desde su punto de vista y enseñándole el significado de la palabra transigir.



Y allí se encontrará con su hermano Jem, Fifí y con Boo Radley. Ya he dicho alguna vez que otra y lo reitero, que probablemente no encontremos en la historia del cine, un argumento protagonizado en torno a niños y donde los papeles infantiles, especialmente el de Scout interpretado por Mary Badham, estén inmensos y supremos actoralmente hablando como en Matar a un ruiseñor. Solo me atrevo a compararlo con la actuación no menos inmensa de Tatum O'Neal en Luna de papel (1973, Peter Bogdanovich).

Hoy el ruiseñor ha dejado de cantar. Añado una secuencia memorable de la película en la que se sientan a la mesa Atticus, Jem y Scout junto con un amiguito de ésta, Walter Cooniham. Es sencillamente memorable: la compota, Calpurnia y el ruiseñor. Creo que esta película debería ser de obligada visión en la Escuela Pública como un ejemplo de enseñanza de valores como el respeto y la tolerancia. In memoriam Harper Lee.



Tal como he citado la fuente, añado la crónica susodicha encontrada hoy en EL PAIS. Excelente, nada que añadir.



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