Roy Batty

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domingo, 26 de marzo de 2017

El Dorado


Un caballero alegre y audaz
de día y de noche cabalgando va.
Y canta su canción mientras sigue osado
a la busca de El Dorado.

Pero vano fue su esmero
y ya viejo el caballero,
por la sombra el corazón sintió apresado,
al pensar que nunca el día llegaría
en que hallaría El Dorado.

Sin fuerzas, exhausto
ya pierde su fe.
Pero de repente, una sombra ve.
"¡Sombra!", grita airado
"Dime donde se halla
la tierra llamado El Dorado”.

Montes de luna cruzando,
a valles de sombra bajando,
cabalga siempre osado...
a la busca de El Dorado.














En 1849, poco antes de su misteriosa muerte, Edgar Allan Poe escribió un pequeño poema motivado por las noticias que llegaban de California respecto a la Fiebre del Oro. Tratándose de un poema crepuscular, se puede trazar una analogía respecto a la trayectoria vital del autor y al momento emocional que le embargaba en esos momentos. Tal como narra el poema, Poe había invertido su vida en la búsqueda infructuosa de la felicidad. Y, tras el enorme desgaste asumido, acaba perdiendo su fuerza y afronta la muerte.

Pero más allá de los significados literarios, el cine recogió brillantemente el texto poético de Poe en la película El Dorado (1966). Aprovechando el título del film, que hace referencia al nombre de la ciudad tejana en que tienen lugar los hechos principales, Howard Hawks y su guionista, Leigh Brackett, decidieron diseminar varias de las estrofas a lo largo de la película. El encargado de recitarlas era el joven tahúr Alan Bourdillion Traherne alias "Mississippi" (James Caan), un impetuoso muchacho que había aprendido ciertas nociones de literatura gracias a su mentor, un cultivado jugador llamado Johnny Diamond.

Recordando uno de los míticos westerns de la Historia del Cine realizado por uno de "Mis Cuatro Grandes", Howard Hawks.

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