De previsible se puede calificar la ceremonia de los Oscar de este año. Ha salido todo como se preveía. No ha habido ninguna sorpresa destacable. La forma del agua de Guillermo del Toro ha sido la película triunfadora este año con cuatro estatuillas: película, director, banda sonora y diseño de producción. En segundo lugar se ha situado Dunkerque, con tres premios técnicos: montaje, sonido y edición de sonido. Y Tres anuncios en las afueras ha conseguido los Oscars más que cantados para las interpretaciones de Frances MacDormand y Sam Rockwell.
Esto de los mexicanos recogiendo estatuillas empieza a ser una costumbre en los últimos años. A González Iñárritu, dos veces y Cuarón en una, se les une ahora Guillermo del Toro. Tienen una calidad inmensa y su trabajo se ve reconocido.
Gary Oldman se ha hecho con la estatuilla al mejor actor por su papel de Winston Churchill en El instante más oscuro. A destacar también los 2 Óscars que ha conseguido Blade Runner 2049. Ha ganado por fin Roger Deakins el Oscar a la mejor fotografía por su extraordinario uso de la luz en la secuela de los replicantes. Lo predije el día que vi la película y se ha cumplido.
Por lo demás, ceremonia sosa en todos los sentidos y tan solo, al final, destacar el discurso reivindicativo feminista de la gran Frances McDormand.
Y poco más que añadir. Al final no se ha producido el descalabro con los sobres como el año pasado y esta vez, los Bonnie and Clyde, Faye y Warren han podido entregar el Óscar a la mejor película sin ningún problema.
Tan solo una cosa. No me gusta que los Óscar honoríficos se entreguen en una ceremonia en el mes de noviembre. Debería volverse a los tiempos de antaño cuando el homenajeado u homenajeados recibían el aplauso de todo el público puesto en pie. Este año se lo otorgaron, entre otros, al gran Donald Sutherland, y un evento de esta naturaleza no podía pasar desapercibido como ha pasado.
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