Sombras en la noche, una pesadilla. Las manos de mama encendiendo el mundo, disolviendo los monstruos. Ordenando las cosas.
Carreras jadeantes, frenéticas risas, juegos de niñez en patios retumbantes.
Melancolía aguda de lo aún no vivido. Intuición adolescente del resto de tu vida. Deliciosa tristeza.
Una noche de julio en pleno campo, en plena siega, un alboroto de cigarras, una luna llena de color naranja que parece el decorado de un teatrillo japonés, el tiempo por una vez piadosamente detenido. La plenitud, que siempre es sencilla. Esfuerzo, trabajo, sudor y lágrimas.
Andamios peligrosos, una masa recién hecha, la paleta, la llana, el fratás y la regla con el nivel y la cuerda. Maestría en construcción. Sacos de uvas que se vierten al remolque en plena noche. Sudores compartidos. Banquetas en las parras.
Mirar a un amigo, mirar a tu mujer y ver en sus ojos el pasado común. Contemplarte en los otros como en un espejo.
La serenidad que llega tras las lágrimas. Y también todas las risas compartidas, los momentos de juego, las carcajadas dichosas.
Todos las películas vistas, las músicas gozadas, los besos recibidos, los deportes practicados. Esos carreristas. Ese Eddy Merckx, ese Jerry Lewis, ese Tony Leblanc. Ese sotamano, esa doble pared, esa dejada, esas manos curtidas golpeando la pelota al frontón. Esos tejos lanzados magistralmente derribando esa tángana enhiesta. Esas copas y trofeos coleccionados como cromos. Esas cartas, ese tute y esa brisca. Y una conversación una tarde de invierno comiendo castañas frente a la estufa.
Y ese manjar tan sabroso. ¡Cuántas has visto! ¡Cuánto has pisado! Esas setas vistas a distancia sideral gracias a Lorenzo con esa Rieju tan dura, una habilidad jamás igualada y conseguida. Maestro en ese oficio.
La alegría de vivir. Y la fugaz y espléndida belleza.
Una noche de angustia. Intuición de la muerte. Una mano en la tuya. La cama es una balsa en mitad del naufragio. Ese maldito humo negro, cual "Lost", que avanza en tu cabeza de forma aterradora, insensible y bárbara sin piedad ninguna y cruelmente.
Una novela leída al lado del lecho de un enfermo mientras llueve.
Torbellinos de polvo en un rayo de sol, un universo ínfimo.
Un cabrilleo de agua. El último chispazo.
Esta poca cosa, o esta enormidad, es una vida.”
Texto parafraseado y adaptado de un artículo de Rosa Montero publicado en mayo de 2009 en EL PAIS como homenaje a su compañero fallecido. Yo humildemente lo hago en memoria de mi padre fallecido el pasado sábado 3 de mayo. Un inmenso dolor de corazón.
Texto parafraseado y adaptado de un artículo de Rosa Montero publicado en mayo de 2009 en EL PAIS como homenaje a su compañero fallecido. Yo humildemente lo hago en memoria de mi padre fallecido el pasado sábado 3 de mayo. Un inmenso dolor de corazón.
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