Lamentablemente este año ha terminado así. Permítanme que haga una reflexión acerca de lo que creo que está pasando en este país. Hace tiempo que no hablo de política en este blog. Lo veo todo ya como un espectador lejos del mundanal ruido, lo cual no quiere decir que me haya convertido en un ser insensible. Tal vez, estoy harto de tanto odio, de tanta intolerancia, de tanta hipocresía mostrada por esos que dicen ser cristianos (de pacotilla). Titulo este post con el título que se le dio en España a una magnífica película de Paul Newman cuyo título original fue Somebody up there likes me, y que narraba la vida del boxeador Rocky Graziano, aquél que se decía que no pegaba con los puños sino con el odio. Quiero reflejar con ese título la impresión que me está dando determinada gente de este país de un tiempo a esta parte. Es curioso que ahora en Navidad algunos lobos se disfrazan de corderos aprovechando la eterna hipocresía que subyace en esta piel de toro y mientras te expresan sus más falsos deseos de felicidad al mismo tiempo están deseando la muerte de los más desgraciados o avivan la llama del enfrentamiento. A Dios rogando y con el mazo dando.
La irrupción en el panorama político de una formación de ultraderecha como Vox, tras las elecciones andaluzas, no supone una gran sorpresa. Han estado siempre ahí, agazapados, esperando la oportunidad para saltar. Ahora, dado que el partido de donde proceden ha perdido el poder porque estaban podridos de corrupción (y de esto no hablan, se callan), se encuentran desnortados, sin rumbo fijo, pese a haber elegido en un simulacro de primarias a un aprendiz de Aznar como presidente del partido, ahora, como decía, es la hora de mostrarse sin tapujos, son la auténtica derecha, la de los principios inalienables del movimiento, la que nunca se ha ido y ha estado presente siempre, en la tradición más nacionalcatolicista. La España inferior que ora y embiste ha vuelto.
El problema catalán, la crisis migratoria y el asesinato de Laura Luelmo son el caldo de cultivo perfecto para crecer, donde se ha avivado el fuego de esta derecha escondida y les da réditos. Si pusiéramos una urna en un pueblo cualquiera, estoy convencido que esta derecha ganaba de calle porque tiene un mensaje muy simple: España para los españoles, fuera inmigrantes: patria, Dios y familia. Si bien ésto último algunos no lo tienen muy claro porque se divorcian y se vuelven a casar y lo de la caridad cristiana tampoco lo entienden muy bien cuando expresan odio hacia los inmigrantes. Si por ellos fuera, a esos pobres desgraciados que huyen de sus países en guerra, se lanzan al mar sin rumbo fijo en busca de supervivencia, si por ellos fuera los dejaban a la deriva en el mar. Siempre ha sido una característica de la derecha de este país la hipocresía innata y en estas fechas esto se ve acrecentado.
Han venido para quedarse. Ya no tienen miedo a salir del armario, a presentarse en sociedad. Son perfectamente reconocibles y en nuestros pueblos todos nos conocemos. Si bien, los cargos que se estrenan van a ir con mucho cuidado de no meter la pata estos meses previos a las elecciones municipales y autonómicas, donde esperan conseguir muchos concejales y diputados autonómicos, decisivos todos para decidir gobiernos locales y regionales y por qué no, gobernar.
Lamentablemente entramos en una época de intolerancia, de odio, de desprecio al que piensa diferente. Odio profundo al inmigrante al cual culpamos de todas las desgracias de este país, sin pararse a pensar que muchos trabajos que ya no realizan los españolitos por señoritos, los hacen los inmigrantes, porque no hay mano de obra nacional. Culpamos de todo a la inmigración y no nos acordamos que fuimos un país emigrante.
Curiosamente el elemento aglutinador de esta ultraderecha y las demás derechas es un político nefasto apellidado Aznar, que sigue ladrando su rencor por las esquinas y se dedica a hablar mal de su país allá donde va. Él se ofrece como el aglutinador de todas las derechas de este país, ahora que se han partido en tres partes. ¡Terrible! Ahora su mujer ha sido condenada por vender viviendas a fondos buitre.
Decía Quevedo que muchos son limpios de manos porque se lavan, no porque no roban.
Pepe Garcés el inolvidable personaje de Valentina encarnado por Jorge Sanz calificaba al primo de aquélla como el hijo de un político nefasto. Así se puede calificar al personaje situado a la derecha de esta foto.
Han vuelto las viejas esencias, las vísceras. En realidad nunca se fueron. El odio al diferente siempre ha estado ahí. Corren malos tiempos para la lírica.
La irrupción en el panorama político de una formación de ultraderecha como Vox, tras las elecciones andaluzas, no supone una gran sorpresa. Han estado siempre ahí, agazapados, esperando la oportunidad para saltar. Ahora, dado que el partido de donde proceden ha perdido el poder porque estaban podridos de corrupción (y de esto no hablan, se callan), se encuentran desnortados, sin rumbo fijo, pese a haber elegido en un simulacro de primarias a un aprendiz de Aznar como presidente del partido, ahora, como decía, es la hora de mostrarse sin tapujos, son la auténtica derecha, la de los principios inalienables del movimiento, la que nunca se ha ido y ha estado presente siempre, en la tradición más nacionalcatolicista. La España inferior que ora y embiste ha vuelto.
El problema catalán, la crisis migratoria y el asesinato de Laura Luelmo son el caldo de cultivo perfecto para crecer, donde se ha avivado el fuego de esta derecha escondida y les da réditos. Si pusiéramos una urna en un pueblo cualquiera, estoy convencido que esta derecha ganaba de calle porque tiene un mensaje muy simple: España para los españoles, fuera inmigrantes: patria, Dios y familia. Si bien ésto último algunos no lo tienen muy claro porque se divorcian y se vuelven a casar y lo de la caridad cristiana tampoco lo entienden muy bien cuando expresan odio hacia los inmigrantes. Si por ellos fuera, a esos pobres desgraciados que huyen de sus países en guerra, se lanzan al mar sin rumbo fijo en busca de supervivencia, si por ellos fuera los dejaban a la deriva en el mar. Siempre ha sido una característica de la derecha de este país la hipocresía innata y en estas fechas esto se ve acrecentado.
Han venido para quedarse. Ya no tienen miedo a salir del armario, a presentarse en sociedad. Son perfectamente reconocibles y en nuestros pueblos todos nos conocemos. Si bien, los cargos que se estrenan van a ir con mucho cuidado de no meter la pata estos meses previos a las elecciones municipales y autonómicas, donde esperan conseguir muchos concejales y diputados autonómicos, decisivos todos para decidir gobiernos locales y regionales y por qué no, gobernar.
Lamentablemente entramos en una época de intolerancia, de odio, de desprecio al que piensa diferente. Odio profundo al inmigrante al cual culpamos de todas las desgracias de este país, sin pararse a pensar que muchos trabajos que ya no realizan los españolitos por señoritos, los hacen los inmigrantes, porque no hay mano de obra nacional. Culpamos de todo a la inmigración y no nos acordamos que fuimos un país emigrante.
Curiosamente el elemento aglutinador de esta ultraderecha y las demás derechas es un político nefasto apellidado Aznar, que sigue ladrando su rencor por las esquinas y se dedica a hablar mal de su país allá donde va. Él se ofrece como el aglutinador de todas las derechas de este país, ahora que se han partido en tres partes. ¡Terrible! Ahora su mujer ha sido condenada por vender viviendas a fondos buitre.
Decía Quevedo que muchos son limpios de manos porque se lavan, no porque no roban.
Pepe Garcés el inolvidable personaje de Valentina encarnado por Jorge Sanz calificaba al primo de aquélla como el hijo de un político nefasto. Así se puede calificar al personaje situado a la derecha de esta foto.
Han vuelto las viejas esencias, las vísceras. En realidad nunca se fueron. El odio al diferente siempre ha estado ahí. Corren malos tiempos para la lírica.
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