Roy Batty

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jueves, 18 de agosto de 2011

Joseph Ratzinger

Resulta que España recibe hoy, en loor de multitudes, la visita de Joseph Ratzinger, un señor alemán, que en su juventud formó parte de las juventudes hitlerianas y que fue designado Papa, o cabeza de la Iglesia Católica del mundo, por una clase aristocrática cardenalicia. Nunca a ningún jefe de gobierno, a ningún Jefe de Estado, este país lo ha recibido y agasajado como se recibe y agasaja a este señor jefe del Estado Vaticano, el estado más minúsculo del mundo.

El artículo 16.3 de la Constitución Española dice: Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Nadie lo diría viendo todo este espectáculo de hipocresía. Es una auténtica vergüenza el despliegue en todos los sentidos organizado, financiado y amparado por el Gobierno de este país. ¿Por qué tenemos miedo a una auténtica ley de libertad religiosa? ¿Por qué no ponemos en práctica una auténtica aconfesionalidad del Estado tal como reza la Constitución? ¿Para cuándo la separación Iglesia-Estado? ¿Por qué tenemos miedo a la laicidad? Aún nos invade el nacionalcatolicismo franquista y estamos presos de esos miedos ulteriores al qué dirán, a los falsos prejuicios heredados de tiempo inmemorial e inoculados de tal forma que lo tenemos grabado a sangre y fuego.

La religión, las creencias, pertenecen al ámbito privado de las personas. Uno puede creer o no creer, declararse agnóstico o ateo, pero su sentimiento es privativo. ¿Cuándo nos vamos a quitar la caspa en este país del dominio eclesiástico en todos los aspectos de la vida? La Iglesia Católica en España es la institución más privilegiada que existe. Si quieren actos propagandísticos de este señor vestido de blanco, que lo paguen sus fieles, que lo pague la Conferencia Episcopal, que se autofinancien, que lo pague Rouco Varela, uno de los personajes más siniestros y lúgubres de la vida de este país, comparable al literario Fray Emilio Bocanegra de "El capitán Alatriste".

Pero todo esto lo hemos consentido desde gobiernos socialistas y hemos alimentado a la bestia a más no poder. Nunca, ni gobernando la derecha, la Iglesia Católica ha tenido tantos privilegios, tanta financiación sufragada por todos los contribuyentes, sean creyentes o no. Ya no hace falta heredar los diezmos y primicias del siglo XVII. De alimentar a la bestia ya se encarga el Estado.

La imagen es patética. Ahí vemos a todos rindiendo pleitesía, - ver a Rajoy casi arrodillándose es penoso y lamentable -, a un personaje con sotana blanca que nunca manchará sus pies en tierra de los que menos tienen y más sufren, de los desheredados, de los "olvidados" como diría Buñuel.

Viendo todo esto recomiendo revisitar la inigualable maravilla de Luis Buñuel, "Viridiana", única película española en conseguir la Palma de Oro de Cannes en 1961. Viridiana pasó inicialmente la censura de forma inexplicable pero cuando se exhibió en Cannes, al día siguiente fue calificada de irreverente y blasfema por parte de L'Observatore Romano, el diario de cabecera del Papa. Ante esto el Estado español mandó eliminar todas las copias de la película y Luis Buñuel tuvo que exiliarse otra vez, esta vez en Francia. Afortunadamente se salvó una copia que se estrenó en 1977 tras la muerte del dictador, dictador al que por cierto, cuando le exhibieron previamente a Cannes la película en El Pardo manifestó al verla: "tonterías baturras". Eran tan tontos en España que no entendieron nunca lo que Buñuel quería simbolizar. Tuvo que exhibirse fuera la película para darse cuenta del alcance que tenía.

Viridiana es una ácida crítica a la hipocresía, a la doble moral y la falsa caridad exhibida en muchos aspectos de la actual Iglesia Católica.

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