Con incisiva ironía y sarcasmo Javier Marías analiza la designación como candidata a la alcaldía de Madrid de Esperanza Aguirre en el excelente artículo titulado "Cuán fresca figura". Y coincido totalmente con su análisis. Entiendo que su designación es una tomadura de pelo al sentido común del ciudadano común, ése al que tanto apela Mariano. Aguirre, a decir de Rajoy, debe ser un ser humano normal, y por eso la ha designado como candidata a la alcaldía de Madrid, a pesar de las traiciones, felonías o pellizcos que ella le ha proporcionado reiteradamente. Pero ya sabemos que Rajoy es inane y Aguirre es la personificación del cinismo y la hipocresía.
Una persona que no sabe, no se entera o no se quiere enterar de lo que hacen o han hecho, alcaldes, consejeros y colaboradores suyos, por acción o por omisión, merece estar apartada de todo cargo político representativo. Una señora que dirige el PP en Madrid, que sale indemne, que se hace la tonta y no sabe nada de la Gürtel de Madrid, llámense Albondiguilla, Sepúlveda o López Viejo, o de la Operación Púnica, llámense Granados o Juárez, significa que está tomando literalmente el pelo a la ciudadanía. No quiero imaginar los exabruptos que hubiera lanzado la señora Esperanza, si todos estos mismos escándalos de corrupción en lugar de afectar al PP hubieran alcanzado al PSOE de Madrid. Que se nos presente una señora con este curriculum de escándalos a sus espaldas, como referente de la ética, de la regeneración y la renovación política municipal es un chiste macabro, casposo y chabacano, tal como es ella. Si esto es lo que quieren los madrileños, ¡pues que le tiren!
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