Y al mismo tiempo que Shakhlin brillaba en gimnasia artística masculina, en la modalidad femenina destacaba su compatriota Larysa Latynina, la mujer que más medallas olímpicas ha ganado en la Historia de las Olimpiadas, nada menos que 18, repartidas en 9 oros, 5 platas y 4 bronces, y hasta el año 2012 la atleta que más medallas olímpicas coleccionaba, hasta que llegó el nadador Michael Phelps, el tiburón de Baltimore y le superó en los JJ.OO. de Londres hasta alcanzar 22 medallas en total.
Huérfana de padre y madres desde los 11, niña de la guerra, del hambre y gloria del Olimpo. Otros mundos y un deporte antagónico al de Michael Phelps. Víctima del sistema soviético, en tiempos donde la gimnasia era ejecutada por mujeres y no por niñas-robots al borde de la anorexia. "Es incómodo que te recuerden sólo por el número de medallas, pero lo acepto. Así son las reglas del juego". Y será por medallas... 13 más en Mundiales (ocho de oro, cuatro de plata y una de bronce), algunas de ellas en sendos embarazos, en los Mundiales de Moscú'58, de 5 meses con la ocultación de los médicos soviéticos, y de ella, a su entrenador, por pasión y ambición. Los metales valían tanto o más para la propaganda URSS que la hija que llevaba dentro. Compitió con el ocaso de Agnes Keleti y mantuvo el duelo del arte contra la checa Vera Caslavska, como "símbolo de la gracia de la bailarina, el encanto y la belleza de la mujer ucraniana".
Larisa Dirij, pelo corto ensortijado, nació en Kherson, en la orillas del Dnieper en la Ucrania absorbida por la URSS de los Planes Quinquenales a hierro de Stalin y la muerte silenciosa 'Matar de hambre' ('Holodomor') con la colectivización agraria por lo civil o lo criminal (usurpación de tierras, deportaciones masivas) del 'granero soviético'. A los siete, los nazis invaden su país y ya no vuelve a ver a su padre Semyon, uno de los cuatro millones de mártires, entre civiles y militares, de la 'guerra de las ratas' ('RattenKrieg') de Stalingrado (enero 1943, Segunda Guerra Mundial). Su madre Natasha murió enferma al año siguiente, ella huérfana, sola a los 11 años, sobrevive entre miseria y horror hasta que el Estado la forma en un programa de para el Estudio del Arte y la Práctica del Deporte. Pasión por la danza, música y por el ballet. Y, a la gimnasia, atraída por los aros y el suelo, su amor inmortal.
Ya apareció en Helsinki 1952 dentro del equipo soviético de gimnasia que ganó 21 de las 22 totales de su país, donde la gimnasia vira definitivamente al bloque comunista, allí está laprimera gran revolución de la gimnasia por dotes de bailarina excelsa. Lo contaba Roberta Bonniwell, entrenadora de EEUU: "Acerca al deporte a los límites del arte y lleva a la gimnasia a un nivel sin precedentes de gracia y ritmo", sobre todo en los ejercicios de suelo, donde ella elige la música y hace sus más personales coreografías de bailarina.
En 1953 (Instituto Politécnico Lenin) conoce a su primer y más querido maestro Mikhail Sonichenko y logra sus primeros éxitos. Pero sería bajo el látigo de Alexander Mishakov con quien se convertiría ya desde Melbourne'56 -tras casarse con Ivan Latynin y competir con nombre de casada- en una soberbia coleccionista de medallas. En Melbourne'1956 gana el pulso a Agnes Keleti, ya en sus últimos destellos a los 35 años, impensables hoy día para cualquier gimnasta. Dos oros (salto de caballo y barras asimétricas), empate en suelo, pero su plata y el primer puesto en el concurso completo (all-around) la hacen la reina, que certifica en los en los Mundiales de Moscú, embarazada de cinco meses con cinco oros (concurso completo, barras asimétricas, potro, barra de equilibrio por equipos) y la plata en suelo. "Mi hija Tania merece cuando menos la mitad del crédito de mis victorias. Cuando era pequeña solía decir a nuestras visitas: Estas son las medallas que mi mamá y yo [en su vientre] ganamos juntas en los campeonatos mundiales" ('Olímpicos', del periodista mexicano Ramón Márquez Carvajal, Editorial Debate).
Guerra Fría en los JJOO y los Mundiales Y no se paran de contar medallas y glorias, tralará. Roma 1960, 25 años y durísima competencia contra sus compatriotas. Oro en concurso completo, por delante de Sofía Muratova y de Polina Astakhova, y ya asomaba la checoslovaca Vera Caslavska, octava, junto a ella de las consideradas 'últimas mujeres gimnastas'. Otro oro más en suelo, plata en equilibrio y barras asimétricas y, cómo no, por equipos. Y a partir de aquí, a los altares del sistema con la 'Orden de Lenin' y la 'Insignia Soviética de Honor', máximas distinciones del regimen que da acceso más que al simbolismo. Droga dura para la URSS que ella acepta, transmisora de la propaganda de las virtudes del regimen. "Fui muy patriota. Mi gimnasia no me pertenecía sólo a mí, también era de mi tierra soviética y de toda su gente".
Y un no parar en sus duelos memorables en los Mundiales de Praga'62 y los JJOO de Tokio'64 contra la checa Vera Caslavska, ocho años menor que ella, sin hijos y dedicada todo su tiempo a su pasión en cuerpo y alma. Otra vez Larisa embarazada (de tres meses de su hijo Andrei), sostiene la púrpura de la gimnasia (oros en suelo, barra de equilibrio, y potro), suficiente para el concurso completo. Ya era leyenda.
Después, a los 29 años, bicampeona olímpica, madre de dos niños, intentó casi el imposible de ser triple campeona olímpica. No, a pesar de que deslumbra en suelo con sus esencias y mezclas de danza y la gimnasia artística. Aquel ejercicio del oro desató las más elevadas flores. "Con tanta belleza ejemplificó juventud, hermosura y alegría que cuando Larisa finalizó su actuación, simplemente me puse en pie y lloré", escribió Rex Bellamy en el London Times. No fue suficiente contra la checa Vera (concurso completo más oro en potro, barra de equilibrio y asimétricas).
Sí, la volvieron a ver en los mundiales de Dortmund de 1966, pero no era ya lo mismo y se retiró para hacerse cargo de la gimnasia sovietica en los tres JJOO siguientes: México '68, Múnich'72 y Montreal'1976. 10 oros más como entrenadora la contemplan. Pero la estruendosa revolución de la niña Nadia Comaneci conmocionó hasta hacer este deporte lo que es hoy, las rusas fueron incapaces de contestar al prodigio rumano de forma individual. Hasta entonces, Larisa no comprendió lo duro que podían ser los dueños de la 'Nomenklatura' hasta en su deporte, la llamaron "obsoleta, anticuada" y demás. Purgada, fuera. "Creí en el sistema y lo defendí como atleta. Crean en él, dije a los jóvenes. Todo fue una propaganda barata. Al final, mi trabajo y mis creencias dejaron sin nada. Absolutamente nada".
Ángel González. El Mundo. 02/08/2012
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