Siempre he dicho que es dañino y perverso mezclar política y deporte y esto es un pecado muy generalizado en este país sobre todo cuando acontecen éxitos deportivos. Cada vez que esto ocurre, no faltan los políticos de turno que se envuelven en la bandera, en el himno, en la foto con los triunfadores para demostrar cuán patriotas son. El deporte es el opio del pueblo, el pan y circo romano en este siglo XXI, es la bandera en la que se envuelven nuestros políticos para ocultar sus vergüenzas, sus incapacidades y los verdaderos problemas de la población. Se agarran a las bajas pasiones humanas para esconder su inoperancia y disimular así la cercanía al pueblo. Es muy típico de este país, gobierne quien gobierne. Atribuyen certificados de nacionalidad con cierta ligereza y distinguen entre españoles de primera y de segunda. Y son políticos que tal vez no han practicado un deporte en su vida, no han visto un balón o una canasta, pero se apuntan los primeros el éxito y la foto cuando vienen bien dadas, porque cuando vienen mal dadas no se les ve ni por asomo.
La victoria de la selección española de baloncesto en el Europeo de Lille, ha vuelto a sacar a la luz las hipócritas veleidades en las que se mueve la clase política de este país. Que si Gasol es español, que si es catalán, que esto es el triunfo de un país entero, que si España unida jamás será vencida.... En fin, todo una ristra de tópicos alegatos en los que cada cual trata de arrimar el ascua a su sardina, diciendo lo buenos y patriotas que somos. Lo que pienso es que cada jugador, cada deportista piense lo que le dé la real gana sin necesidad de que nadie le diga lo que tiene que decir o pensar, sin que nadie le ría las gracias, le manipule o le manosee para sus propios intereses políticos.
De un tiempo a esta parte ha surgido una especie de competición a ver quién la tiene más grande. La bandera me refiero. Que si mi bandera es más grande que la tuya. Que yo tengo más que tú porque nos manifestamos más que vosotros, etc. Al albur de las elecciones catalanas del próximo domingo muchos tratan de manosear, manipular y barrer para casa, con la figura de Pau Gasol y la selección española. Es un ejercicio obsceno y vergonzoso.
Siempre he dicho lo mismo al respecto. Aborrezco todos los nacionalismos, se llamen como se llamen, catalán, vasco o español. En un mundo globalizado, en el que se supone que no existen las fronteras y todos somos ciudadanos del mundo, sobran los que intentan separar y juzgar a las personas por el origen o por la tierra donde viven o sienten.
En esto del deporte la hipocresía es abismal. Ves a un señor que es presidente del gobierno que lo único que lee es el Marca y se las da de muy entendido. Hay fanáticos de uno u otro signo que afirman su españolidad sin rubor frente a los que no se encienden con la bandera ni necesitan afirmar su patriotismo. Curiosamente aquéllos no se quejan cuando, por ejemplo, en el Real Madrid, el equipo según algunos emblema de España (llevan la banderita de España colgada detrás de la camiseta), alinea en cada partido dos o a lo sumo tres nacionales (y ni siquiera de la propia ciudad de Madrid) en el once inicial. El resto, 7 u 8 son extranjeros. ¿Dónde está aquí el españolismo?
Cuando hace unos días pitaban a Piqué cuando jugaba con la selección por ser catalán y haber expresado su opinión respecto al derecho a decidir, me preguntaba por qué no pitaban con la misma amargura al delantero centro de la selección que es brasileño de origen y nacionalizado. ¿Por qué no se ha criticado que el ala-pivot de la selección de basket, el de la posición de 4, Nikola Mirotic, sea un montenegrino? ¿Aquí no nos importa la pureza de la raza? El mismo seleccionador de basket es un italiano. O el portero de la selección de balonmano es un serbio. No he escuchado a todos esos que se declaran más españoles que ninguno criticar a Fernando Alonso o Alberto Contador por tener el domicilio fiscal en paraísos fiscales como Mónaco o Lugano, respectivamente. ¿Con estos ejemplos que he citado perdemos españolidad, perdemos masculinidad? Lo que quiero decir es que somos más duros, hipócritas y miserables con los propios que con los de fuera. Si tan españoles somos, defendamos a la gente que quiera jugar con la selección independientemente de su origen y critiquemos realmente a los que sólo usan el nombre de España para competir y no viven ni pagan impuestos en su país.
Los hermanos Gasol han reiterado alguna vez que otra respecto al asunto catalán su posición de estar a favor del derecho a decidir, cosa que no comparto pero respeto. Y sin embargo, no se les ha criticado con la misma virulencia que se ha hecho con Piqué. Este comportamiento forma parte de la hipocresía de este país, del maniqueísmo reinante. O estás conmigo o estás contra mí. No hay término medio. No salimos del rodal.
Cuando hace unos días, la onubense Carolina Marín, se proclamaba por segunda vez consecutiva, campeona del Mundo de badminton, sucedió que en la ceremonia de entrega de medallas sonó un himno de España cantado, con letra. Concretamente a una versión de 1928 de la dictadura de Primo de Rivera, un himno fascista. A este gobierno se les llena la boca con el himno y la bandera de España y no protestó formalmente por el error cometido ante las autoridades de Singapur o Indonesia, no recuerdo, que era donde se celebraba el evento. ¡Coño! con lo astutos que están para unas cosas, aquí resulta que se les pasó. Tampoco escuché protestas en el estamento militar o el ministro de Defensa ante tamaña barbaridad o tropelía. Corrieron menos a protestar que cuando en la Copa Davis del 2003 sonó el Himno de Riego en Australia. Ahí el secretario de Estado para el Deporte casi le da un soponcio y casi manda retirar a los jugadores españoles.
Lo que quiero decir con todo esta perorata es que estamos siempre en este país cainita conviviendo con el "yo soy más que tú" (más español, más catalán, más vasco, etc...), etiquetando a la gente en función de si es buen o no español o catalán, según se acomode a sus usos y costumbres y de ahí no salimos. No respetamos la diferencia, no buscamos la convivencia por la cerrazón en las posturas encontradas. Y así nos va.
Si somos tan españoles o catalanes como algunos políticos aparentan con sus pulseritas, ¿por qué se llevan el dinero a Suiza o Andorra? ¿Son otras patrias y otras selecciones a las que debemos rendir pleitesía?
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