Roy Batty

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jueves, 1 de enero de 2015

Matar a un ruiseñor

"- ... pero que no olvidase que matar a un ruiseñor era un grave pecado.

- ¿Por qué?

- Pues supongo que porque los ruiseñores no hacen otra cosa que cantar para regalarnos el oído. No picotean los sembrados, no entran en los graneros a comerse el trigo, no hacen mas que cantar con todas sus fuerzas para alegrarnos. "

"Atticus decía que nunca llegamos a conocer a un hombre hasta que no te calzas sus zapatos y caminas con ellos."

http://youtu.be/oRA5Um9H2uc


Hoy, día especial, revisito mi filmoteca para relamerme de gusto con el nuevo visionado de una joyita. En esta ocasión he elegido "Matar a un ruiseñor" (1962, Robert Mulligan).

La película es una adaptación de la novela homónima de Harper Lee, ganadora del Premio Pulitzer el año anterior. El excelente guión que Horton Foote hizo para la película le valió el Óscar al mejor guión adaptado.

La película en sí es un prodigio de narración. Está contada por los ojos de una niña de 6 años, cuando ya es madura. El papel de esa niña lo interpreta una maravillosa Mary Badham. Está inmensa. Desde luego los dos niños, Jens y Scout están impresionantes en sus papeles. En pocas películas dramáticas, los papeles infantiles han brillado tanto como en ésta. Son niños huérfanos de madre y la relación con su padre marca todo el ritmo narrativo de la película. El personaje de Scout es una delicia.

Y si hay alguna delicia más, ésta no es otra que el personaje de Gregory Peck, un abogado recto, honrado y cabal en una ciudad sureña de los Estados Unidos en los tiempos de la Gran Depresión, allá por los años treinta del siglo pasado. Una presunta violación de una chica blanca a manos de un hombre negro marca la vida en aquella pequeña ciudad donde Atticus Finch, papel del abogado que encarna Gregory Peck, será el encargado de defender a Tom Robinson, el chico negro acusado de violar a una chica blanca.

Con esa trama la acción transcurre desde la mirada de esa niña de 6 años jugando con su hermano y un amiguito de verano (Titi) en una aventura acerca de la misteriosa presencia de un vecino suyo bastante extraño, un tal Boo Radley. Mientras eso ocurre, se desarrolla el juicio.

A riesgo de parecer presuntuoso, creo que las secuencias y escenas del juicio son sencillamente antológicas, rodadas con una pulcritud y un guión excepcional. Probablemente son las mejoras secuencias judiciales rodadas de la historia del cine junto con "Testigo de cargo" (1958, Billy Wilder) o "Anatomía de un asesinato" (1959, Otto Preminger). A ello contribuyen todos los personajes. La segregación racial, el racismo existente en la sociedad norteamericana de esa época se muestra en su máxima expresión.

Scout aprende de su padre los valores y los principios en los que ha de moverse por la vida. Su relación con él marca el corazón de la película. Le llaman a su padre por su nombre, Atticus, y hay alguna secuencia, como en la que invitan a un pequeño amigo de la escuela a comer, en el que los diálogos son impresionantes como cuando Atticus les dice a los niños porqué no se deben matar a los ruiseñores.

Gregory Peck conseguiría el Óscar al mejor actor merecidísimamente por esta interpretación. Y a ello contribuye también la excelente banda sonora de Elmer Bernstein.

Película bellísima, recomendable para enseñar en las escuelas, en una asignatura que han quitado de la programación y que se llamaba "Educación para la ciudadanía". 

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