Entramos en la tercera y definitiva semana de esta edición del Tour de Francia y más apasionante de lo que se preveía en un principio. Ha ocurrido algo inesperado. El gran Froome ha flaqueado y ha dado signos de debilidad, por primera vez en muchos años, cosa que sus rivales no han sabido o no han podido aprovecharlo y asestarle un golpe definitivo. El británico recuperó el amarillo el sábado en una cuesta en Rodez después de que el jueves se lo arrebatara Aru en un final durísimo en Peyragudes. Poco fiable es el italiano cuando pierde el amarillo en una cuesta por no estar bien colocado. Está la clasificación muy apretada en los seis primeros puestos, algo que no ocurría desde hacía muchos años. Veremos.
Chris Froome no está este año super. Gracias a su compañero Mikel Landa (que éste sí está super) está aguantando las embestidas de sus más directos rivales. La cosa está muy apretada. Aru, Bardet y un excepcional Rigoberto Urán están en menos de 30 segundos y a poco más de un minuto andan el irlandés Daniel Martin y Mikel Landa.
La ventaja de Froome es que si llegan así de ajustados a la contrarreloj de Marsella del sábado, el británico es claro favorito sobre sus rivales. Tan solo Urán podría complicarle un poco la contrarreloj. Las opciones de los Bardet, Aru y Urán pasan por atacar en las etapas alpinas del Galibier y del Izoard. No les queda otra. Los rivales, como no tienen equipo (salvo Bardet), la estrategia pasa por atacar al máximo en la montaña.
Contador va por libre y su estrategia pasa hacer alguna etapa como la del pasado viernes en Foix en compañía de Mikel Landa. El vasco, es probablemente el ciclista que más piernas tiene del pelotón. Si le dejarán sería capaz de ganar el Tour. Pero no le dejan. Está de gregario de lujo para Froome y gracias a él, el británico puede conseguir su cuarto Tour, su Tour más competido y competitivo.
Quintana, lamentablemente se está dejando hasta el apellido. Reconoce que tal vez erró al planificar la temporada, eligiendo hacer Giro y Tour. Se equivocó. Pero no puede echarle la culpa al equipo, como hace su padre, cuando la decisión de correr el Giro fue únicamente y una imposición suya. Mala decisión.
Veremos cómo transcurre la semana.
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