Usualmente no suelo realizar entradas de tenis, si bien es un deporte que me gusta seguir. Ayer, Garbiñe Muguruza ganó el Grand Slam de Wimbledon, el Torneo por excelencia de hierba más importante del mundo. Es el segundo Grand Slam que conquista esta excelente tenista hispanovenezolana de piernas interminables y juego batallador. Buen futuro se augura para esta tenista de tan solo 23 años y que está llamada a convertirse en la mejor tenista española de la historia a poco que se lo proponga en un circuito, el femenino, carente de una reina absoluta de la raqueta.
El tenis de este año de 2017 está teniendo grata repercusión en nuestro país. Si al gran triunfo de Garbiñe ya mencionado añadimos el 10º trofeo de Roland Garros conquistado por Rafael Nadal el pasado mes de junio (que los colecciona como churros y parece que no le damos importancia), estamos ante un poderío bastante significativo de nuestro país tanto en categoría masculina como femenina, en un deporte que tradicionalmente nos ha sido esquivo hasta llegar a finales de los años ochenta y principios de los noventa donde aparece una extraordinaria generación de tenistas que empiezan a conquistar Grand Slams del circuito ATP o WTA. Los Bruguera, Berasategui, Ferrero, Corretja y Moyá o las Arantxa Sánchez-Vicario y Conchita Martínez son el antecedente más directo o el espejo de los actuales Rafa Nadal y Garbiñe Muguruza.


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