Según la mitología azteca, la bella princesa Iztaccihuatl, hija del poderoso emperador de Tlaxcala, estaba enamorada del principal guerrero de este pueblo, el joven Popocatépetl, y era correspondida en su amor. Los dos se profesaban devoción, por lo que antes de partir a la guerra el joven guerrero solicitó la mano de la princesa a su padre, en caso de que regresara victorioso. El emperador estuvo de acuerdo y prometió recibir al héroe para festejar el triunfo y bendecir el amor de sus hijos.
Sin embargo, al poco tiempo de la partida un rival de Popocatépetl dejó deslizar el rumor de que éste había muerto en la batalla. Al enterarse, la princesa Iztaccihuatl lloró con pesar por la pérdida de su amado, y su pena fue tan grande que no pudo ni comer y se fue consumiendo, hasta morir de tristeza.
Mientras tanto, Popocatépetl luchó heroicamente y logró vencer en todos los combates, por lo que regresó a su pueblo triunfante, pero ni bien llegar fue puesto al corriente de la terrible noticia que había acabado con la vida de la princesa. Desconsolado, el guerrero sintió que nada tenía sentido y lamentó la riqueza y el poderío ganados, pues no le servían de nada si no podía compartirlos. Tomó en brazos el cuerpo de su amada y portando una antorcha se adentró en el valle..
Se dice que él también murió de tristeza por la pérdida. Y que al verlos, los dioses se conmovieron tanto que los cubrieron con nieve y los transformaron en dos montañas contiguas, para que continuaran juntos hasta el fin de los tiempos, y para servir a los hombres como el testimonio de un gran amor.
Existe una variante para el final de esta historia según la cual, Popocatépetl entristecido por la noticia, vagó por las calles durante varios días y noches, y decidió hacer algo para honrar a su amada Iztaccihuatl y a fin de que ésta continuara viva en la memoria de los pueblos, Popocatépetl mandó construir una gran tumba ante el Sol, amontonando 10 cerros para formar una enorme montaña. Tomó entre sus brazos el cuerpo de su princesa, lo llevó a la cima y lo recostó inerte sobre la gran montaña.
El joven guerrero le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló frente a su amada, para velar así su sueño eterno. Desde aquel entonces permanecen juntos, uno frente a otro. Con el tiempo la nieve cubrió sus cuerpos, convirtiéndose en dos enormes volcanes que seguirán así hasta el final del mundo.
El joven guerrero le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló frente a su amada, para velar así su sueño eterno. Desde aquel entonces permanecen juntos, uno frente a otro. Con el tiempo la nieve cubrió sus cuerpos, convirtiéndose en dos enormes volcanes que seguirán así hasta el final del mundo.
De una u otra manera, desde entonces Iztaccihuatl y Popocatépetl permanecen juntos en silencio, y cuando el guerrero recuerda a su amada, su corazón que guarda el fuego de la pasión eterna tiembla, y su antorcha echa humo, y es cuando el volcán entra en erupción.
Grandes historias de la mitología
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