Vaya por delante mi admiración por Leontxo García. Él es la persona que más sabe de ajedrez en el mundo. Y no exagero. Sus historias narradas en "El alfil viajero" muestran las zonas del mundo más variopintas donde este hombre ha ido a cubrir los grandes torneos de ajedrez.
Su historia del Torneo Interzonal de Manila en 1990 es tremenda. Salvó su vida gracias a que se negó a pagar al corrupto presidente de la FIDE, Florencio Campomanes, que les pidió dinero por grabar en la sala de juego, negativa ésta que hizo que cancelaran el previsto viaje a la isla de Baguio, donde en esos días tuvo lugar el epicentro de un terremoto de 7.8 grados que asoló Filipinas.
Hay que agradecer a Leontxo la labor inconmensurable de difusión del ajedrez, nunca bien reconocida y ponderada, que realiza con sus partidas en EL PAIS desde hace muchísimos años. El ajedrez debería ser asignatura obligatoria en la escuela pública de este país. A los niños hay que instruirles en el fomento de los valores y las positivas cualidades intelectuales que enseña el ajedrez: disciplina, respeto por las reglas y los rivales, memoria, ingenio, paciencia, voluntad, creatividad y capacidad de raciocinio. Valores éstos mucho más sanos, instructivos y edificantes que, por ejemplo, los que divulga la tauromaquia que se pretendía enseñar a niños en época de Cospedal en Castilla La Mancha. Gracias Leontxo.
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