Roy Batty

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miércoles, 19 de agosto de 2015

Vuelta a España 2015: análisis de etapas

A continuación enlazo el análisis de la Vuelta Ciclista a España que comienza el sábado en Marbella, realizado por Eugenio González para Zona Matxín.es. Más adelante, cuando se confirmen todos los rosters, añadiré un análisis equipo por equipo y las posibilidades que tienen. 


La Vuelta a España 2015 tendrá 13 finales de etapa inéditos, entre ellos todas las llegadas en alto, un reto que se planteó la organización para celebrar, de forma algo extraña, sus 80 ediciones. ¿Quizá sea ese el motivo? Mientras sus rivales en Italia y Francia rondan las 100 ediciones de rica historia, nuestra Vuelta rara vez recuerda su pasado lanzándose en brazos de una supuesta innovación que, si bien ha descubierto nuevos territorios muy necesarios, también ha desvirtuado los recorridos, desterrado a los fondistas o contrarrelojistas, empachado de muros o perpetrando crono-gymkanas de lo más incomprensible.

Pese a tanta novedad La Vuelta vuelve a sonar a lo de siempre. Un rápido vistazo al mapa nos muestra la saturación de etapas en Andalucía, antes de buscar a carreras el viaje a Andorra y seguir deprisa hacia la cornisa cantábrica. Allí se repite el tríptico de finales en alto del penúltimo fin de semana, misma estructura cada año desde 2010, y en todas las ediciones menos en una centrado en Asturias.

Otra de las innovaciones de Unipublic estos últimos años es darnos gato por liebre, vendiendo como media montaña cualquier cosa que tenga un repecho en meta, lejísimos de esas etapas quebradas donde cada kilómetro es importante y puede dar la sorpresa. Solo una se salva de la quema, la llegada a Riaza.

El estorbo de la contrarreloj lo solventan con una etapa intrascendente para inaugurar la carrera, 7,4 km por equipos en la costa de Marbella que, debido a su nula relevancia deportiva, se ha promocionado diciendo que los corredores rodaran por 4 superficies. La CRI no llega al esperpento del Tour de Francia, pero es solo una etapa de menos de 40 km que llega después de toda la alta montaña, aunque al menos es mucho más llana que años anteriores.

Las pocas buenas noticias del recorrido llegan en la montaña, pero son solo dos… y media. Se trata del etapón de Andorra, con el estreno del Coll de la Gallina, y el etapón de la Ermita de Alba. Ambas tienen finales en alto muy duros, pero al menos en las dos hay un gran puerto de paso (Gallina y Cobertoria) en un buen maratón de puertos, algo inusual en suelo español. ¿Y la media? No es tanto lo que hay, como lo que no hay, pues se ha sustituido el manido “fin de fiesta” en un puertaco el último día, esa idea que parece vende mucho pero nunca decide nada, por una etapa en la Sierra de Madrid con Navacerrada, Morcuera y Cotos. Una buena idea, una etapa bien planteada enlazando las subidas y con final en descenso… pero con unos puertos ochenteros a los que les falta verdadera entidad para ser los jueces de la carrera.

¿Y los hombres rápidos? Tienen 4 etapas claras para ellos, y otras 2 o 3 donde tendrán que trabajar duro para controlar la carrera, pero no les faltarán oportunidades para brillar pese a lo que se diga algunas veces.

En definitiva la Vuelta sigue afianzándose en su modelo, un modelo de recorrido menor que el de sus hermanas y que huye de complicaciones salvo en días muy puntuales, que sigue con su fetiche de acabar en todas las cuestas posibles para agradar a quien te dice que “el ciclismo hoy es muy aburrido” o a aquellos aficionados conformistas que ya dan por perdido el espectáculo. Este año tanto el Giro como el Tour han mostrado que el ciclismo espectáculo, de ataques lejanos, alternativas y horas de pegarse al televisor sigue siendo posible… La Vuelta tiene solo tres etapas para no perder ese tren.

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